Érase una vez una bella tierra. Era difícil decir si las colinas eran más hermosas que los valles, o si los campos eran más bellos que los bosques, y la gente que vivía allí era feliz y estaba atareada y sus caras brillaban mientras trabajaban de manera que todo el campo resplandecía con una clara luz.
Pero llegó el tiempo en que la oscuridad cubrió esta tierra a través de sus valles se revolvía un poderoso dragón, espumeando y zarandeando su cola. No pasó mucho tiempo hasta que hubo destrozado todo y volvió a su cueva dejando el país árido y congelado.
Todas las gentes que vivía allí también estaban congeladas, y eran incapaces de trabajar o hacer cualquier cosa. Entonces Micael miró abajo desde el cielo a la triste y congelada tierra, y su corazón estaba lleno de compasión para con su gente. Extendió su mano derecha, cogió un puñado de estrellas del firmamento y las arrojó a la tierra.
Con su mano izquierda cogió el Sol y lo envió también en un viaje a la tierra.
Cuando las estrellas llegaron a la tierra se convirtieron en trozos de hierro negro y se hundieron profundamente en la tierra. Cuando el Sol llegó a la tierra el hielo se derritió y la gente sintió de nuevo el calor de la sangre en sus manos y pies. Entonces la gente volvió a trabajar.
Los granjeros sacaron sus arados y araron la estéril tierra, y sembraron sus semillas. (Rociar con semillas) El hierro de la tierra le dio fuerza al cultivo mientras crecía, y pronto el grano maduró en altos y rectos tallos. Cuando llegó el otoño, Micael se acercó a la tierra y les habló a los granjeros. “Cosechad el buen grano,” y “convertidlo en harina. Haced una masa y amasadla bien.”
“Cocedla en el horno hasta que esté hecha. Poned el pan en el medio de vuestra mesa y compartidlo con vuestra familia y amigos. Por esto será el pan de la cosecha: cada rebanada que se corte en fraternidad calentará vuestros corazones, y cada rebanada que comáis os dará fuerza para vencer al dragón.” Eso fue lo que hicieron los granjeros, y cuando el pan de la cosecha estuvo en la mesa, se sentaron con sus familias y cantaron esta canción:
“tierra esto tus frutos nos dio
Sol esto tu luz maduró
Sol y tierra bien amados
Nunca seréis olvidados”